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El botín tenía sotana

Con motivo de la fiesta de Sant Jordi (ver entrada anterior), fuimos a una lectura pública de textos. Elegí un relato corto titulado igual que esta entrada, "El botín tenía sotana",  de una serie llamada Cuentos de la escritura.
Para este relato me he tomado alguna licencia histórica, en realidad un salto de unos 200 años entre personajes, jejeje, pero creo que el resultado merece la pena. Situémonos, corre el año mil de nuestra era y nos encontramos en algun punto al sur de Leon:

Al-Mansur el Victorioso se irguió sobre su caballo. Hasta donde alcanzaba la vista se veía la polvareda que levantaba el paso de hombres y animales. Aquel había sido un buen verano. Había conseguido uno de sus sueños de guerra ya que sus hombres llevaban a Córdoba las campanas de la catedral de Santiago, la ciudad emblemática de los bárbaros cristianos que se había rendido a sus pies (y su espada). Miró en dirección al cruce y al momento, tal como le habían anunciado, apareció un grupo de jinetes. Entre ellos destacaba la figura de un monje cristiano, agotado y sucio. Al-Mansur se dirigió al capitán y éste le informó de cómo se había desarrollado la incursión. Sólo cuatro de los doscientos hombres que habían partido a caballo con armamento ligero no habían regresado, y los objetivos se habían cumplido totalmente. Después se dirigió a unos caballos cargados sólo con fardos y ordenó que le mostrasen su contenido: manuscritos, todo lo bien protegidos que permitían las circunstancias. Cogió uno suavemente y al abrirlo sus ojos brillaron de emoción. Con un gesto seco lo cerró, lo entregó a un soldado y se dirigió directamente al religioso. Este tenía un aspecto lamentable. El polvo y el sudor, además de alguna que otra lágrima, le daban un aspecto aún más envejecido. Al-Mansur, a pié, se dirigió a él y en latín le preguntó por las incidencias del viaje. El monje, sorprendido, le contestó atropelladamente en la misma lengua. Después, el árabe se interesó por su estado hablándole en griego. El clérigo, aceptando el reto, le dijo en la misma lengua que incluso en el infierno estaría mejor. Al-Mansur, sonriendo, le pidió en castellano que le mostrara sus útiles de escritura y el otro, desafiante, abrió una caja de madera con cantos de metal y fue nombrando en árabe todas las pequeñas cosas que utilizaba en su trabajo. Con un gesto de la mano el caudillo dijo basta, y a modo de discurso se dirigió a los presentes:
"Vivimos tiempos difíciles. Matamos en nombre de Dios y nos matan por el mismo motivo. Poco nos diferencia ya de los pueblos bárbaros. Tan sólo el saber aleja al hombre del animal que puede llegar a ser. Esta vez les hemos arrebatado a los cristianos dos símbolos, dos cosas muy importantes: las campanas de su mejor catedral y este hombre, el mejor traductor y copista de occidente. A el le daremos la oportunidad de conocer y difundir el conocimiento de los libros y sabios que llegan a Córdoba. Es deseo del califa que toda la población conozca a través de la palabra escita el saber que nos dejaron hombres como Plinio, Homero, Tolomeo y muchos otros. Pondremos a su disposición copistas, cartógrafos, miniaturistas y dispondrá de todos los medios humanos y materiales que pueda necesitar".
Luego se dirigió al monje y dijo:"Así que a mi entender, maestro, en realidad os dirigís al paraíso". Y con una sonrisa montó en su caballo y se marchó dejando boquiabierto a aquel hombre que era conocido en el mundo entero como el Beato de Liébana.

3 amigos han escrito:

Pilar dijo...

He llegado a este blog por casualidad y me encuentro con una bella fotografía acompañada de un texto precioso.

Es un muy delicado regalo en el día de la fiesta de Sant Jordi. Gracias.

A partir de ahora voy a seguir este blog.

aoki takatugu dijo...

It is very interesting work, I express a unique style is like a flower

Esther Morán dijo...

Esta vez me gusta el texto tanto como la foto, y ya sabes que eso es mucho decir.